sábado, octubre 18, 2008

LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS Cap. III (vista por el gobierno de Lerroux )

LOS ALIJOS DE ARMAS ANTES DE LA REVOLUCIÓN

Los alijos de armas realizados en el domicilio del diputado Sr. Lozano, en un solar de Cuatro Caminos, en la Casa del Pueblo de Madrid y en otros lugares de España antes de la revolución ser esclarecidos debidamente, y las responsabilidades que de ellos se deduzcan se dibujarán con una claridad y una objetividad indiscutibles.
El alijo de armas en San Esteban de Pravia ocurrió en la madrugada del 11 de septiembre. Los carabineros de servicio en aquel puerto observaron el movimiento sospechoso de varias lanchas hábilmente camuflées. Los carabineros se dirigieron rápidamente al puente de los Muros, donde sorprendieron, rodeando a una camioneta de la Diputación Provincial de Oviedo a varios lndivíduos, que huyeron. En la camioneta había 116.000 cartuchos de máuser de 7,5.
A poco se supo que el 5 de sep¬tiembre se habla despachado en Cádiz para Burdeos, el vapor Turquesa, con una carga de fusiles, ametra¬lladoras, bombas y bombas de ga¬ses. Esta carga ha sido confiscada, en parte, en Burdeos. Las autorida¬des judiciales investigan en estos momentos (enero de 1935) cuál sea la relación entre la carga del Turqesa y el alijo de San Esteban de Pravia.
Aparece en todo este episodio, como más tarde se confirma en plena revolución, la responsabilidad directa de muchos gestores de la Diputación Provincial de Oviedo en gran parte socialistas. Se aprovecharon de su preponderancia en el organis-mo provincial para convertirle en un vehículo
de la revolución. Los camiones y el dinero de la Diputación se emplearon para fines revo¬lucionarlos y para cometer delitos claramente perfilados en los Códi¬gos vigentes. La actuación de una buena parte de estos gestores es de las más graves en el episodio revo¬lucionario.

* * *

Pocos días antes de la revolu¬ción, la policía descubrió un camión que, protegido por varios individuos, llamados por si mismos estudiantes, pero que no aparecen inscritos en ninguna Facultad, descargaban abun¬dante material de guerra en unos desmontes de la Ciudad Universi¬taria.


LA CRISIS DEL DÍA 1º


El día 1º de octubre, después de una breve sesión parlamentaria, el Gobierno del Sr. Samper presentó la dimisión al Presidente de la República. El Jefe del Estado llamó en consulta a los directores de la política española de todos los sectores. Solamente. los socialistas y los llamados republicanos de izquierda, que de una manera más o menos clara mantenían pacto con los revolucionarios,. aconsejaron a S. E. la disolución dé las Cortes y la formación de un Gobierno de izquierdas. El resto de los políticos españoles aconsejaron la formación de un Gabinete de amplia base parlamentaria presidido por el Sr. Lerrux
Duró la tramitación de la crisis tres días, durante los cuales, como ya hemos visto, los llamamientos a la revolución arreciaron intensamente.
El mismo día 4. La Humanitat; órgano de la Esquerra catalána, decía, comentando la posible solución: «Consideramos grave y alarmante. el encargo hecho al Sr. Lerroux. Y añadía: «Habrá ya que pensar que se han perdido la cabeza y la sensibilidad y hasta el instinto de conservación; y entonces sera cosa de caminar decidida y valerosamente por otros caminos.»
El día 4 quedó formado el (gabinete presidido por D Alejandro Lerroux, con la siguiente constitución: siete radicales, un agrario, tres po¬pulares agrarios, un liberal demócrata y dos ministros sín cartera.
El Gobierno, seguro ya de que su sola consútución iba a desencade¬nar el estallido revolucionario, se da cuenta en el acto de la gravedad de los momentos. No se sabe dónde la rebelión va a adquirir mayores proporcíones. En Asturias, 30.000 mine¬ros armados, frente a una fuerza de 722 hombres distribuidos pór toda Asturias, se prepáraban al ataque violento. Disponían de armas abun¬dantes y modernas.
Un grave peligro de consecuencias inesperadas podía, por otra parte, surgír la rebelión en el Protecto¬rado español de Marruecos. Meses antes del estallido revolucionario se venía realizando una intensa propa¬ganda entre los nacionalistas mu-sulmanes, con artículos publicados en El Socialistas y con propagandas personales cerca de los líderes nacio¬nalistas de Marruecos.





ESTALLA LA REVOLUCION



EL “ESTAT CATALÁ”

En la m'adrugada del 4 al 5 de octubre entra la revolución marxista en su fase activa y catastrófica.
Estalla la revolución con una vio¬lencia y una potencialidad, jamás cconocidas. Su poder ofensivo es enor¬me, y sus medios, extraordinarios.
¿Corresponderá a ellos él coráje de los dirigentes y el valor de los cuadros de combate?
Se recibían noticias de distintos puntos de España, sabíamerte distribuidos por los revolucionarios, de que los puestos rurales de la Guardía civil eran aniquilados por el fuego y la dinamita de los rebeldes. Las comunicaciones con Asturias estaban cortadas. La revolución ha¬bla llegádo a su apogeo.
Mientras esto ocurría en toda Es¬paña, en Cataluña se declaraba una huelga general revolucionaria, que el Gobierno autónomo se había com¬prometido a reprimir.
Las fuerzas de Seguridad, a las órdenes del consejero Dencás, ya de-clarado en franca rebeldía, toma¬ban los edificios públicos e interve¬nían las comunicaciones.
A las ocho de la tarde del día 6, el presidente de la Generalidad, don Luis Companys, proclama el Estat Catalá con una arenga, que dirige a una multitud de exaltados ,1esde el balcón' principal del palacio del Go¬bierno autónomo.
El Sr. Companys ínvita, luego de leído su manifiesto al general Ba tet, a que el ejército reconozca el Estado catalán y la República fede¬ral. La orden en la que se hace la invitación estaba redactada así:
«Excmo. Sr.: Como presidente del Gobierno de Cataluña requiero a V. E. para que, con la fuerza que mande, se ponga a mis órdenes pa¬ra servir a la República federal que acabo de proclamar.-Palacio de la Generalidad, 6 de octubre de 1934.-Luis Companys.-Excmo. Sr. Domin¬go Batet, general de Cataluña.»
El general Batet rogó una hora 'de plazo para contestar.
Inmediatamente eonferenció con el Gobierno.
Por fin, trascurrido el plazo, respondió al comisionado del Sr. Com¬panys entregándole uno de los ejemplares de la declaración del estado de guerra en Cataluña, que se proclamó alrededor de las diez y media de la noche.
Cerca de las once de la noche lle¬ga a la plaza de la República, don¬de se encuentran los edificios de la Generalidad y del Ayuntamiento. un piquete de fuerzas del Ejército, a las órdenes del capitán de Estado Mayor Sr. Suárez. El Sr., Pérez Fa¬rrás, comandante de los Mozos de Escuadra, preguntó al capitán cuál era su propósito, contestándole éste que iba a proceder a la ocupación de la plaza. El Sr. Pérez Farrás res¬pondió que esto no podia ser. En¬tonces, los Mozos de Escuadra hicie¬ron sobre la tropa una descarga ce¬rrada, resultando muerto el capitán Suárez.


LA RENDICIÓN


En vista de que estaban perdidas las esperanzas de contener el ata¬que de las fuerzas del Ejército, el presidente de la Generalidad ordenó enarbolar bandera blanca, consíde¬rándose vencido. La detención del Sr. Companys y de sus acompanan¬tes se llevó a cabo por el comandante del primer regimiento de Altí¬llena, D. José Fernández Unzué. También se entregaron los parape¬tados en el Ayuntamiento.

LA FUGA

También, en el antiguo edificio del Gobierno civil, el Sr. Dencás, con¬sejero de Gobernación, se hizo fuer¬te, acompañaado por el exdirector de Seguridad Sr. Menéndez y los Sres, Badia y Pérez Sala. En este edificio se encontraban más de 400 insurrectos, que disponían de gran cantidad de armamento. Al ocupar¬se el edificío, los rebeldes habían huido por un paso subterráneo. Re¬sultó herido el Sr. Badia y un hermano suyo, que se, presentó en el Hospital Cliníco. Las fuerzas del Ejércíto encontraron, al ocupar la Consejería de Gobernación, un ca¬mión blindado, 1.000 armas largas, enorme cantidad de armas cortas, 8 bombas y 25 llilos de dinamita.
El martes puede decirse ya que la normalidad es completa. El en¬tierro de los militares muertos du¬rante los sucesos tiene lugar, con todos los honores, el jueves por la tarde asisten todas las autoridades Las victimas que recibieron repul tura fueron: capitan de Estado Ma yor D Gonzalo Suarez; sargentos Luis Pulido Moíses Domínguez y Pelayo Fernández; cabo Antomo Ortiz, cabo de la Guardia civil Ilde fonso Rodríguez, guardia civil Alejandro Jova y soldados Máxino Guedeno y Salvador Maristo.



EL ASALTO AL MINISTERIO DE LA GOBERNACION



En la Guindalera (Madrid) se ini¬cia el ataque revolucionario. La Po¬licía tiene que asaltar una casa convertida en un fortín, y donde se recogieron centenares de armas mo¬dernisimas. Mueren los primeros agentes de la autoridad. La casa de D. Julián Besteiro, en el Hipódromo, es tiroteada por los revo¬lucionarios. La fuerza pública tie¬ne que defender el domicilio del di¬putado socialista desde el garaje de la finca.
A las ocho y media de la noche del sábado, y cuando mayor era la afluencia de gente pacífica en la Puerta del Sol de Madrid, sonó un disparo en la calle de Carretas (1), y como si obedeciera a una consig¬na, Be generalizó desde distintos puntos de la Puerta del Sol y calles adyacentes un intenso tiroteo contra el Ministerio de la Gobernación. Pe¬quenños grupos de revoltosos irrurmpieron en la gran plaza. La fuerza pública repelió la agresión y se cru¬zaron varios centenares de dispa¬ros entre uno y otro bando, hasta que se restableció la tranquilidad, al cabo de media hora.
Esta misma noche se intentó un asalto al edificio de la Telefónica. Fué vigorosamente rechazado.




MOMENTOS DRAMATICOS.--UNAS HISTORICAS PALABRAS DE UN ESPAÑOL


Las horas eran angustiosas. Más que la rebelión armada, más que el vencimiento material de la revo¬lución, preocupaba a los españoles el vencimiento espiritual de los an¬tipatriotas y el quebranto moral que suponia el ver a un núcleo de españoles lanzados a la locura. Fué entonces cuando, por medio de una estación de radio de Madrid, los españoles pudieron oir al mismo tiempo dos sonidos contradictorios:
el de los disparos de los revolucio¬narios contra el Ministerio de la Gobernación y la voz del Sr. Le¬rroux, que en pleno tiroteo dirigía estas palabras a todos los españo¬les:
En Cataluña, el presidente de la Generalídad, con olvido de todos los deberes que le imponen su cargo, su honor y su autoridad, se ha per¬mitido proclamar el Estado catalán. Ante esta situación, si Gobierno de La Replblica ha tomado el acuer¬do de proclamar el estado de gue¬rra en todo el pais.



(1) Como autor del disparo con¬signa fué detenido un extranjero

En las horas de paz no escatimó la transigencia. Declarado el esta-do de guerra, aplicará sin deblLi¬dad ni crueldad, pero enérgicamen¬te, la ley marcial.
Estad seguros de que, ante la re¬vuelta de Asturias y ante la posi¬ción antipatriótica de un Gobierno de Cataluña que se ha declarado faccioso, el alma entera dsi pais entero se levantar en un arranque de solidaridad nacionaL, en Cata¬luña como en Castilla, en Aragón como en Valencia, en Galicia como en Extremadura, en las Vasconga¬das como en Navarra, en Andalu¬cia, a ponerse al lado del Gobierno para restablecer, con el imperio de la Constitución, del Estatuto y de todas las leyes de la Republica, la unidad moral y política que hace de todos los españoles un pueblo de gloriosa tradición y de glorioso porvenir.
Todos los espailoles sentirda en el rostro el sonrojo de la locura que han cometido unos cuantos.
El Gobierno les pide que no den asilo en su corazón a ningún sentimiento de odio contra pueblo al¬guno de nuestra patria. El patrio¬tismo de Cataluña sabrá imponer¬se allí mismo a la locura separatis¬ta y sabrá conservar las libertades que le ha reconocido la República bajo un Gobierno que sea leal a la Constitución.


En Madrid, como en todas partes, una exaltación de la cindadannía nos acompaña. Con ella, bajo el im¬perio de la ley vamos a seguir la gloriosa historia de España.
Una semana entera estuvo Madrid bajo la amenaza del terror rojo. Apenas la población civil se confia¬ba, los revolucionarios reanudaban sus ataques, aprovechando las ho¬ras de animación en las calles.
Con la detención del Sr. Largo Caballero se da por terminado el movimiento revolucionario. Esta de¬tención la llevó a cabo la policía el día 18 de octubre en la propia casa del detenido, y a los pocos momen¬tos de haber regresado aquel, des¬pués de quince días de ausencia. Durante los días que ha durado el movimiento, a pesar de la gran re¬acción ciudadana y de la prestación de servicios de todas las clases so¬ciales, la vida en Madrid ha sido dramática y peligrosa.



EN ASTURIAS



Donde el movimiento revoluciona¬rio adquirió caracteres de mayor violencia fué en la cuenca minera de Asturias. Y ciertamente que no dió para ello motivo la situación desesperada de los mineros asturia¬nos. Desde antes de la implantación de la República venían siendo ob¬jeto de especiales atenciones de los Gobiernos españoles. Salarios altos, libertad para sus organizaciones, fomento de Cooperativas obreras, escrupuloso cumplimiento de las le¬yes sociales, sugestiones del Poder central para lograr inteligencias con el elemento patronal, alguna mina entregada a la explotación directa de quienes la trabajaban, enjugán¬dose el déficit de la explotación con cargos al presupuesto nacional, y, por último, escuelas, regidas, quizá desgraciadamente, por maestros a quienes no repugnaban las ideas de tipo marxista.
No buscaban los mineros asturia¬nos en la revuelta mejoras de ca¬rácter económico: lo que perseguían era apoderarse del mando, para ahe¬rrojar con el dominio exclusivo de su clase al resto de los españoles. La guerra social se hallaba en sus cerebros, y esta concepción no obe¬decía a situaciones de miseria que se pudieran remediar por la violen¬cia, suponiendo una resistencia del Gobierno a legitimas reclamaciones obreras, sino exclusivamente al odio de clases.
Las fuentes de ingresos de sus organizaciones suministran la me¬jor prueba del verdadero sentido de la revolución. Se nutrían los fondos de sus cajas: 20.000 cotizaciones mensuales- 1,50 pesetas por sindicado-, un canon de 25 céntimos por tonelada de carbón exportada, que debía destinarse a fines de bene¬ficencia, pero que el Sindicato ad¬ministraba a su voluntad; los in-gresos del periódico Avance y la mína San Vicente, colectivizada. Ne¬gocio este cuyas pérdidas sufraga¬ba el Estado; pero, en cambio, ser¬vía a los mineros para obtener di¬nero de la Banca local.
La población minera de Asturias era de unos 30.000 hombres. Del Sin¬dicato minero de la U. G. T. for¬maban parte 20.000, y del Sindica¬to Minero Comunista, 6.000.
El factor principal de la revolu¬ción fué el Sindicato Minero Socia-lista. La gente más dura en la pe¬lea, los comunistas.
El órgano revolucionario, el pe¬riódico Avance, dirigido por don Javier Bueno.
La revolución la prepararon con¬cienzudamente, y el momento del estallido 1o eligieron cuando se creían dueños de la situación.
La orden de huelga fué cursada el día 2 para el día 4, a las doce de la noche. En las instrucciones confidenciales se exigía que en el menor tiempo posible debía quedar cancelada, por rendición o muerte, la fuerza publica. Los Comités locales quedaban autorizados para hacer justicia revolucionaria en aquellos sujetos públicamente decla¬rados enemigo del proletariado. Es¬ta justicia iría desde la prisión a la muerte.
Así en el campo como en los pueblos y en Oviedo, los cabecillas de la revolución, como buenos teorizantes del marxismo, practicaron lo que ellos llaman “la crueldad sufi¬ciente». Mataron sin piedad a los guardias civiles y guardias de Asal¬to, porque dado el espíritu de estos Cuerpos, necesitaban matarlos pa¬ra tomar ellos el Poder. Quizá, en los primeros días, dueños los sublevados de los Ayuntamientos, copados los puestos de la guardia civil y destrozados los destacamentos de los guardias de Asalto, las víctimas del elemento civil se reducen al mimino; pero a los cuatro o cinco días de revuelta, desplazados los elementos más moderados por los más fanáticos, y va convencidos de que España no secundaba sus alocados propósitos, quisieron los revolucionarios salvar la intetona mediante el terror. Los fusilamientos de Turón son una página que repugna a toda conciencia honrada y prueba la ferocidad de algun de los dírigentes.






LA LUCHA EN OVIEDO


LOS PRIMEROS DíAS

Todo el mundo conocía en Oviedo cómo los directores del movimien¬to preparaban la revolución. Se podía saber en detalle su gestación, no sólo en la capital y en Gijón, sino en la cuenca minera.
Buen número de revoltosos llegaron ya a Oviedo el mismo día 4. Este primer grupo hizo su aparición por la noche, quedándose en las cer¬canías del túnel de San Lázaro has¬ta la mañana siguiente, en que se desparramaron por la barriada, en-trando por las calles del Arzobispo y de la Magdalena Pero estas calles estaban bien enfiladas desde la Catedral, de modo que les fueron causadas bajas numerosas. Varias veces intentaron llegar hasta la plaza del Ayuntamiento, sin lograrlo, e incluso utilizaron un camión blindado¬ que marchó al frente de nu¬merosos grupos. Pero los magníficos tiradores que había en la Catedral connsiguíeron dar muerte al con¬ductor del camión, que ya quedó en la mitad de la calle basta que fué evacuada la ciudad.
Mientras, grupos llegados del campo invadieron la ciudad por el barrío de San Lorenzo, apoderándose del Ayuntamiento en breves horas de asedio y corriéndose por las calles de Santa Susana y de Campo¬manes hacía el centro de la villa.
A cada hora llegaban de los pueblos cercanos a Oviedo y de Mieres y Sama nutridos grupos, que eran distribuidos en las calles. Y en vis¬ta de que era imposible ocupar los edificios atacados, los revoltosos cambiaron de táctica: los incen¬dios...
Estos comenzarón en la plaza del 27 de Marzo, esquina de la calle de Tartiere, donde se encontraba el edíificio de la Universidad, quemándose la valiosa biblioteca con el edíificio. Simultáneamente, los revolto¬sos incendiaron los Almacenes Símeón, corriéndose el fuego al Ban¬co de Asturias, que, aun cuando no se incendió totalmente, por su es¬pecial construcción, fué abandona¬do por sus defensores. Las calles de los alrededores se encontraban ya sembradas de cadáveres.
Quizá como represalia, los rebel¬des incendiaron la manzana de ca¬sas formada por la calle de Ar¬guelles, la plaza del 27 de Marzo y la calle Tartiere.
Muchos vecinos pudieron salvarse perforando los tabiques con las ca¬sas medianeras, en las que aún no habla prendido el incendio.
El asedio al cuartel de la Guar¬día civil comenzó en Oviedo el día 6 por la noche. Ya el día anterior los revoltosos habían cortado la luz y el agua, hostilizándolos sañuda¬mente. En la tarde del día 7, el edificio resistió no sólo el fuego de fusil y de ametralladóra, Sino fue¬go de cañón; los rebeldes utiliza¬ban entonces piezas de 7 y medio y de 10 y medio.
Diecisiete veces intentaron los re¬beldes el asalto a este cuartel, sin conseguir su objeto. Los guardias civiles, Sin agua, sin víveres y casi sin municiones, organizaron la eva¬cuación del cuartel. Para ello for¬maron dos columnas, facilitando la salida y el traslado del ganado y de la impedimenta. Una, al mando del comandante Bueno, con todo el material, y otra, de protección, al mando del teniente Estévez.
Las dos columnas emprendieron la marcha

hacia el cuartel de Pelayo bajo un fuego mortífero, dejando en el camino los cadáveres del comandante Bueno y dos sargentos, cadáveres que no pudieron recuperarse. El total de bajas de la Guardia civil fueron las tres ya citadas y cinco guardias muertos. Y un teniente, un subteniente, un cabo y siete guardias heridos.

UN RELIGIOSO ES SACADO HERIDO DEL HOSPITAL Y ASESINADO

Otro de los edificios asaltados por los revolucionarios f'ué el convento de los PP. Carmelitas, en el que no había defensa alguna.
Los PP. Carmelitas huyeron, y sólo cayó en poder de los revoltosos el padre prior, Eufrasio del Niño Jesús.
Decididos ya todos a abandonar el convento el día 6, el P. Eufrasío del Niño Jesús halló en la puer¬ta un gran número de revoltosos, y tuvo que retroceder, ocultándose otra vez en el edificio. Seguro de que allí sería capturado, huyó por el jardín, y, pasando por una terraza, dió un difícil salto por encima de un muro de 12 metros de altura, cayendo en el patio de una casa de vecinos, inmediata al convento, por una parte en que la al¬tura del muro se hacía más baja. No obstante, el golpe fué tan terrible, que se dislocó una cadera, y quedó en el suelo sin poder moverse. Acudieron algunos vecinos, que lo recogieron y auxiliaron, llevándole a la habitación de una dc las familias de la casa. Allí permaneció algunos días, siendo solícitamente atendido. Pero el día 12 pasó al hospital. Descubierto el padre, allí mismo fué acordada su sentencia de muerte. El padre Eufrasio salió a las diez y media del hospital. y a las doce estaba ya fusilado.
LOS REVOLTOSOS INTENTAN ASALTAR EL CUARTTEL DE PELAYO COLOCANDO FRENTE A LOS GRUPOS DE ASALTO 35 PRISIONEROS

Los revoltosos, viendo lo inútil de sus esfuerzos para rendir el cuartel de Pelayo, sacaron del Instituto 38 prisioneros, que fueron colocados al frente de los atacantes de dicho cuartel, y aunque el fuego fué muy violento, regresaron 35 de los que habían salido. Tres de ellos, que se cree eran sacerdotes, murieron en aquel terrible encuentro. Entre los que salieron figuraban el capitán Sr. Albornoz, el capitán de Cara¬bineros Sr. Mota, un joven teniente de Artillería, unos 15 guardias de asalto y algunos soldados.

RACIONAMIENTO DE AGUA Y VÍVERES EN UN RÉGIMEN COMUNISTA.-MAS CRÍMENES

Ya en posesión los revolucionarios de los resortes del mando en la ciudad, comenzó una organización de servicios desde el martes, día 9. Se racionó el servicio de agua; los Comités de barriada distribuyeron vales de víveres y medicamentos, y un servicio de Sanidad recogió de las calles hasta 200 cadáveres, que fueron enterrados en el cementerío..., ¡dando muerte los revoltosos al enterrador cuando éste hubo terminado su misión!

NUEVOS INCENDIOS.-LOS RESELDES DES¬TRUYEN EL PALACIO EPISCOPAL Y LA CÁ¬MARA SANTA DE LA CATEDRAL

El Palacio Episcopal, en el que no había más que unos servidores, fué también incendiado. Dos días después de este incendio, los rebel¬des intentaron un nuevo ataque a la Catedral, partiendo los grupos, bien organizados, desde la plaza del 27 de Marzo, marchando por las ca¬lles de Tartiere, Altamirano, Uni¬versidad, San Antonio y Canónico: por estas últimas, al amparo de la humareda de los restos del Palacio Episcopal. Como había en las to¬rres de la Catedral excelentes tira¬dores, decidieron atacarla por un recodo que da a la Cámara Santa, donde tantas joyas portentosas se guardan; arrojaron gasolina al te¬cho, empleando una bomba a pre¬sión; prendieron luego fuego y arro¬jaron dínamíta. Después del incen¬dio quedaron sepultadas las reli¬quias y joyas al quedar destruida la Cámara; pero no les fué posible a los rebeldes cruzar la cortina de fuego que protegía la Catedral por los demás sitios. Así, el nuevo ata¬que quedó también frustrado.

LAS CALLES DE OVIEDO, LLENAS DE CADÁ¬VERES...

Durante todo el tiempo que fue¬ron dueños de Oviedo los revolucio¬narios, iban acumulando cajas de dinamíta, que extraían de la Unión Española de Explosivos, en La Fel¬guera, y que depositaban en el Ins¬tituto, trasladándolas en camiones blindados; guardaban el edificio, formando cordón, más de 200 hom¬bres armados y varios camiones blindados con ametralladoras. Es-ta dinamita estaba destinada a lo¬grar la voladura de los reductos en los que se defendían las tropas.
Las calles de Oviedo se habían vuelto a llenar de cadáveres, mien¬tras los heridos, en número incoa¬table, eran asistidos en el Hos¬pital.

ESTALLAN 2.000 KILOS DE DINALAITA. QUEDAN DESTRUIDOS EL INSTITUTO, LA UNIVERSIDAD Y OTROS EDÍFÍCIOS Y MO¬NUMENTOS.-JOYAS DE ARTE BAJO LOS ESCOMBROS

Ya a las puertas de Oviedo las tropas del Gobierno, los revolucio¬narios decidieron entonces volar su arsenal, acumulado, como se sabe, en el Instituto de San Isidro. Es¬tallaron más de 2.000 kilos de dinamita, destruyendo hasta los cimien¬tos, todo el edificio y causando gran¬des daños en los próximos. La te¬rrible explosión conmovió toda la ciudad. Y también sirvió de aviso a los rebeldes, que se resistían, quie¬nes fueron iniciando la huida. En Oviedo quedaban destruidas unas manzanas de las calles de San Fran¬cisco, Uría y Tartiere, de la plaza de Porlíer; los hoteles Inglés y Co¬vadonga, el Instituto, la Universi¬dad, la Audiencia, el Palacio Epis¬copal, la Cámara Sagrada de la Ca¬tedral, el Banco Asturiano, el tea¬tro Campoamor...

ASALTO A LA CAJA DEL BANCO DE ESPAÑA.-ROBAN 14 MILLONES DE PESETAS Y SE LAS RESARTEN

Uno de los episodios que matiza de manera más elocuente el sentido de la revolución es el del asalto y robo del Banco de España en Ovie¬do, Desde los primeros días, la pre¬ocupación al parecer principal de los Comites revolucionarios que se iban sucediendo en Oviedo tué la Caja del Banco de España. Se sa¬bía que era una Caja bien nutrida, y esto despertaba la codicia perso¬nal de los jefes. Defendía el edificio del Banco un pequeño destacamento (cuatro hombres), que a los dos días de asedio fué arrollado.
Inmediatamente se lanzaron los revolucionarios sobre la Caja, y uno de los jefes más caracterizados or¬denó abrirla. Como no estaban muy seguros de poder hacerlo con toda tranquilidad, optaron por el empleo de la dinamita. Un minero que ma¬nejaba diestramente el explosivo, hizo saltar la puerta acorazada de la caja. El jefe se incautó de 14 millones de pesetas en billetes de Banco.
Se supo más tarde que los 14 mi¬llonos fueron repartidos entre va¬rios significados jefes revoluciona¬rios, que, al fracasar la revolución, escondieron el tesoro en fraccio¬nes por distintos lugares de las montañas. Hasta el presente, se han recuperado unos tres millones de pesetas.

DETENCIÓN DEL DIRECTOR DEL PERIODÍCO SOCIALISTA «AVANCE», JAVIER BUENO

Poco antes de comenzar la inva¬sión de Oviedo por los mineros fué detenido por orden gubernativa el director del periódico socialista Avance, a quien se consideraba uno de los principales organizadores del movimiento que comenzaba. Javier Bueno permaneció en la cárcel du¬rante los días del angustioso ase¬dio (1).

EL SR. ALAS PUMARIÑO, PRISIONERO EN EL INSTITUTO DE SAN ISIDRO

Una de las personas que fueron detenidas en Oviedo por los revolu¬cionarios fué D. Nicanor de las Alas Pumariño, hoy día gerente del Ban¬co Asturiano. El Sr. Alas Pumariño vivía en el piso tercero de la casa en la cual está instalado el Ban¬co pero el día 6, al desalojarlo, fué a ocupar unas habitaciones del Ho¬tel Covadonga. Pero también tuvo que abandonarlo, pasando a otro edificio por unas ventanas a patios interiores, y de allí a otra, hasta que se refugió con otros ciudada¬nos en los Almacenes Simeón. Tam¬bien de allí hubieron de huir, esta vez de orden de los revoltosos, que habían ya ocupado el edificio. Pero, finalmente. el Sr. Alas Pumariño fué detenido, conduciéndosele al Ins¬tituto da San Isidro. El Sr. Alas Pumariño presenció el suicidio de uno de los prisioneros, que se arro¬jó por una ventana al patio, no pu¬diendo resistir el sufrimiento que suponía el cautiverio y la amenaza constante del fusilamiento.

(1) Acerca de D. Javier Bueno y Bueno, conocido periodista español, director del diario socialista de Ovie¬do Avance, han circulado por el ex¬tranjero las más infames patrañas. Para impresionar a mentes primí¬tívas, siempre propicias a aceptar el mito de las torturas en la prisión, se ha hecho circular una fotografía, poco grata a la contemplación, es cierto, y en la que se muestran «las huellas de las atroces torturas a que se ha sometido a Javier Bueno».
Pubilcamos en las últimas págí¬nas la referida fotografía para que quede destruida la torpe patraña. El lector más lego en cuestiones mé¬dicas aprecia a Simple vista que se trata de una forunculosis vulgar, muy fuerte por la naturaleza posí¬blemente diabética del enfermo, y de la cual se está tratando conve¬nientemente al Sr. Bueno por los médicos del Cuerpo de Prisiones. Publicamos Igualmente las fotogra¬fías de las certificaciones médicas que demuestran el origen de las úlceras que se observan en la fo¬tografía que, con tan torpes intenciones, se ha hecho circular por Eu¬ropa, seguramente sin la autoriza¬ción del enfermo, de quien no cabe esperar que se haya prestado a tan indigna comedía. Don Javier Bueno, cuya responsabilidad será dilu-cidada por los Tribunales legalmen¬te constituidos, ha sido siempre, en su vida privada, hombre veraz y austero. Nadie entre los que le co¬nocen le creen capaz de haber auto¬rizad medio tan primitivo y torpe de impresionar a la opinión liberal del mundo.

UN JEFE DE GRUPO ORDENA EL FUSILAMIENTO DE LOS PAISANOS FUGITIVOS

En Oviedo mandaba el grupo de las calles de Bou, San Antonio y Canónigo un jefe revolucionario lla¬mado Jesús Arguelles Fernández, «el Pichalatu», quien ha declarado ante el Tribunal correspondiente que, cumpliendo órdenes del Comíté revolucionario, ordenó a su vez el fusilamiento, en la calle de Bou, de ocho paisanos, porque intentaban huir del foco revolucionario.
Este sujeto, convicto de su cri¬men, ha sido condenado a muerte. No ha sido ejecutada la sentencia, cuya aplicación depende de infor¬mes y resoluciones superiores.


CUATRO REVOLUCIONARIOS COMETEN UN REPUGNANTE CRIMEN CON TRES MUJERES. LAS ASESINAN DESPUÉS DE ATROPELLARLAS

He aquí un hecho mas cuyo relato repugna No hay mas remedio que hacerle sí este folleto ha de cumplir su finalidad
«El día 11 de octubre los revolucionarios César Caso Jose Suárez Campa Fernando Fernandez y Sindulfo Iglesias se apoderaron de un coche abandonado e invitaron, con engaños, a dar un paseo a tres mu¬jeres jóvenes, hijas de otros revo-lucionarios, por lo menos dos de ellas. Llegados a un paraje llamado «El Píperón», se apearon y resolvie¬ron repartirse las tres muchachas, con arreglo a una monstruosa doc¬trina. Las muchachas se resistieron tenazmente, y fueron atropelladas por la fuerza. Entonces resolvieron los criminales fusilar allí mismo a sus victimas, y así lo hicieron de la manera más cobarde. Luego lle¬varon los cadáveres al cementerto de Oviedo, donde los arrojaron a la fosa común.»
Este relato es el que figura en el atestado de la detención de estos cuatro sujetos, llevada a cabo en el mes de enero de 1935, y según de¬claración de ellos mismos.
Renunciamos a relatar otros crímenes realizados en ancianos sacer¬dotes, ciudadanos inermes y muje¬res. Es trágicamente fatigosa para un lector normal la relación de tan¬ta desdicha.

LA DETENCIÓN DEL DIPUTADO A CORTES TEODOMIRO MENÉNDEZ

Después de los sucesos, es decir, inmediatamente después de la en¬trada de las tropas del general Ló¬pez Ochoa, fué detenido en su do¬micilio el diputado socialista Teo¬domiro Menéndez. Uno de los ve¬cinos le denunció a una pareja de guardias de Asalto, que procedió a su detención. Sobre Teodomíro Me¬néndez pesa una acusación grave: la de haber conducido el movimien¬to revolucionario en su primera fa¬se, es decir, cuando estuvo con¬trolado por los socialistas. Cuando la dirección del movimiento pasó a manos de los comunistas, Teodomí¬ro Menéndez parece que se recluyó voluntariamente en su domicilio. Al ser detenido, una parte del pue¬blo pretendió agredirle, evitándolo un teniente del Tercio, quien se hizo cargo del diputado socialista, con¬duciéndolo hasta el cuartel general.




SECUESTRO DE D. JOSÉ PEDREGAL

El sábado 6, los revoltosos inva¬dieron la finca que posee en Avilés el Sr. Pedregal, ex ministro y miem¬bro actualmente del Tribunal de Garantías. Trasladado primero a Mi¬randa de Avilés, fué luego conduci¬do a Trubía.
El Sr. Pedregal tiene una perso¬nalidad muy acusada en la políti¬ca liberal española. De siempre ha dirigido, desde distintas posiciones avanzadas, un núcleo de intelectua¬les de fuerte sentido liberal. Ejer¬cia, en cierto modo, un patriarcaz¬go en la villa de Avilés, y aun ha¬biendo sido ministro con el régi¬men monárquico, abandonó la car¬tera por no transigir con ciertos ma¬tices reaccionarios que se querían introducir en la política. Durante su cautiverio, D. José Pedregal, cuya casa particular fué allanada por los revolucionarios, sufrió un éxodo dramático por los montes de Asturias, ignorando el paradero de su familia y temiendo constantemen¬te un desenlace trágico. Afortuna¬damente, el grupo revolucionario en cuyas manos cayó, y del que for¬maban parte, sin duda, convecinos que le conocían, pudo libertarle, sin daño físico, aunque con el destro¬zo moral consiguiente, el día 17 de octubre, cuando ya las tropas del Gobierno dominaban Asturias
La esposa de D. José Pedregal sufrió igualmente, separada de su marido, un cautiverio breve de tiem¬po, pero de gran intensidad.

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